martes, 30 de noviembre de 2010

Mal día

domingo, 4 de abril de 2010

Luciérnagas en el jardín




Luciérnagas en el jardín, de Dennis Lee







Luciérnagas en el jardín es casi eso que llaman una TVmovie, es decir, una de esas películas sobre dramas familiares que suelen verse en televisión los fines de semana a la hora de la siesta. Y digo casi porque tiene pretensiones de profundidad psicológica y porque está muy bien realizada e interpretada. Pero poco más.

En algún momento de la película se pueden vislumbrar ciertos destellos de originalidad, como la equívoca relación entre la tía y el sobrino, que daba para bastante más. Pero la ilusión se desvanece pronto y al final nos quedamos en lo de siempre: padre autoritario y maltratador, madre abnegada, hijo traumatizado, desgracia familiar, secretos, confrontación y reconciliación final. El cariño lo puede todo, la fuerza de la sangre... ya saben.

En resumen, un sí es no es, un poco por encima del culebrón televisivo pero sin llegar a película de calidad. Recomendable sólo para incondicionales de Julia Roberts. O de Willem Dafoe, que es mi caso.

domingo, 21 de marzo de 2010

El concierto




El concierto, de Radu Mihaileanu








El concierto pretende, al parecer, ser una sátira política y social de la antigua URSS y de la nueva Rusia. Sin embargo, desde las primeras escenas salta a la vista que la mirada es demasiado benévola para resultar satírica. Se queda en comedia amable, con personajes tan entrañables como el judío que aprovecha cualquier oportunidad para hacer negocio, el viejo comunista que todavía confía en revivir los ideales del partido, el mafioso riquísimo que no tiene amistades y se ve obligado a contratar invitados para que la boda de su hija sea todo lo multitudinaria que merece su fortuna o el patrocinador que duda entre financiar una orquesta sinfónica o un equipo de fútbol.

Es difícil tomar en serio a los protagonistas y a su dramática historia, que resulta demasiado solemne en medio de un coro de caricaturas graciosas y de situaciones absurdas. Creo que ese es el fallo de la comedia, el desequilibrio entre los ingredientes de cóctel, que no acaban de combinarse bien entre sí.

Se salva por el encanto de Mélanie Laurent, la inolvidable Shosanna de Malditos Bastardos, y sobre todo por Tchaikovsky. La película sabe aprovechar al máximo la belleza y la fuerza de la música. Mihaileanu nos dirige con paso lento pero seguro hacia la apoteosis final, el concierto, la armonía pefecta, la emoción, la sonrisa que permanece incluso después de salir del cine. En resumen, una dosis de optimismo vital, que no viene mal en estos tiempos.

domingo, 14 de marzo de 2010

Los hombres que miraban fijamente a las cabras





Los hombres que miraban fijamente a las cabras, de Grant Heslov





Los hombres que miraban fijamente a las cabras consigue situarse un poco por encima de la mayoría de las comedias que se estrenan habitualmente, pero no llega ni de lejos a la altura que sus pretensiones parecen anunciar. Leo por todas partes que se trata de una película "al estilo de los hermanos Coen" y que Jeff Bridges recuerda a su gran -el más grande- Levowski. Nada más lejos de la realidad.

Lo peor de la película es la irregularidad en el ritmo y en la línea argumental. Lo mejor, sin duda alguna, los actores. En cuanto al humor, hay momentos verdaderamente divertidos, pero le falta sentido a la sátira y se queda en una sucesión de "gags" más o menos afortunados.

Lo más curioso es la historia en sí, inspirada en un hecho al parecer real. El personaje de Jeff Brigges, Bill Django, quizá el más logrado de los cuatro protagonistas, recrea la figura de Jim Channon, un teniente coronel norteamericano que había servido en Vietnam y que intentó organizar una milicia inspirada en los principios de la New Age: el Batallón de la Primera Tierra. Aquí pueden visitar la web de Channon.

En fin, no recomendaría esta película como primera opción, pero creo que verla tampoco ha sido una pérdida de tiempo: he aprendido algo más sobre cuán absurdamente se puede invertir el dinero de los ciudadanos y me he reído bastante. Que no es poco.

sábado, 6 de marzo de 2010

Una educación




Una educación, de Lone Scherfig 





Como estamos en pleno fin de semana de los Óscar, lo primero es señalar que Una educación parte con tres nominaciones: mejor película, mejor guión adaptado y mejor actriz para Carey Mulligan. Son tres buenas razones para verla si usted es de los que les gusta estar al día y hacer quinielas.

Hay más razones: los actores, la ambientación detallada pero sin estridencias, la exquisita fotografía, la sutileza que en todo momento mantiene el guión, la acertadísima ubicación social y temporal del conflicto y, sobre todo, la neutralidad con que se nos presenta. Al decir neutralidad, me refiero a que Scherfig evita con todo cuidado que el espectador se convierta en cómplice de alguno de los personajes. Los hechos y las actitudes pasan ante nuestros ojos sin que nadie nos oriente sobre lo que debemos opinar.

Me ha gustado especialmente la manera tan real con que se muestra el dilema de una muchacha en la Inglaterra de los sesenta, atrapada entre el rol femenino tradicional y la emancipación que comienza, entre la frivolidad deslumbrante del presente y un futuro laborioso e incierto.

He leído a varios críticos quejarse de que Una educación está cargada de moralina. A mí no me lo ha parecido, pero tampoco creo que se lleve el Óscar. La obsesión por la objetividad le quita a la película la convicción y la fuerza necesarias para redondear el resultado y uno se queda con la sensación de que falta algo importante.

lunes, 8 de febrero de 2010

Precious






Precious, de Lee Daniels







Un Globo de Oro y seis nominaciones al Óscar avalan esta historia de horrores. La vida no puede haber tratado peor a Clareece. Su situación de partida es trágica: mujer, pobre, negra, obesa, casi analfabeta, madre de una niña con síndrome de Down y embarazada, maltratada a diario, víctima de abusos de todo tipo, sola, sin nadie a quien acudir, sin esperanza. Por no tener, ni siquiera tiene algún atractivo personal que pueda conquistar el interés de alguien. Su refugio: la imaginación. Cuando las cosas se ponen feas, ahuyenta la realidad con fantasías de belleza y de éxito. Pero la realidad es terca.

El mérito de Precious, en mi opinión, es haber conseguido evitar el dramón lacrimógeno que podría -y quizá debería- ser la historia de Clareece. No es que se eluda en ningún momento la dureza de los hechos ni las miserias de los protagonistas, pero los sueños, la música y el humor marcan con precisión la distancia necesaria. Se mantiene también lejos del tópico de las historias de superación, en las que alguien parte de la nada para llegar a lo más alto. En Precious, la meta es aprender a leer y escribir, algo tan aparentemente sencillo y tan inalcanzable para la protagonista.

El trabajo de Gabourey Sidibe es excelente, pero a mí me ha impresionado más la intepretación de Mo'Nique como madre de Clareece, un papel difícil que resuelve con verdadera maestría. Ambas están nominadas para el Óscar.

En conclusión, creo que Precious, sin llegar a la obra maestra que algunos quieren ver, es una película que merece la pena y que deja huella. Muy recomendable.

domingo, 31 de enero de 2010

Up in the air





Up in the air, de Jason Reitman







No se dejen engañar. Up in the air no es una comedia romántica, ni siquiera es estrictamente una comedia, aunque utilice recursos de ambos géneros. Up in the air es una obra compleja y densa, con personajes llenos de matices y, sobre todo, muy creíbles. Hay humor, por supuesto, y de varias clases: pasa con naturalidad de la ironía más sutil a la risa franca, de la acidez a la ternura. Y hay mucho más.

Es difícil resumir de qué trata exactamente. Muestra un mundo en crisis que se ceba con las personas desesperadas, engañadas y derrotadas. Nos presenta un trabajo inhumano de entrada y a continuación vemos que puede deshumanizarse todavía un poco más, en una espiral aterradora. Pero los triunfadores sólo lo parecen, porque sus opciones para dar sentido a sus vidas son todas igual de falsas: la superficialidad como un refugio, la compañía como carga o como mal menor, la mentira como escape... La soledad aguarda a todos al final.

Jason Reitman dirige un guión magnífico, con diálogos frescos y equilibrados. La historia se enriquece a medida que avanza la película y, cuando parece que el camino nos conduce plácidamente a un final predecible, da un volantazo, cambia el esquema y nos enfrenta con planteamientos nuevos. Los actores acompañan, con un trabajo excelente de Vera Farmiga y, sobre todo, de Anna Kendrick. George Clooney está más que convincente, en un papel a su medida. Quizá, por poner un pero, sea demasiado atractivo para hacer de tiburón. O no, eso va en gustos.