sábado, 26 de diciembre de 2009

Avatar





Avatar, de James Cameron







El guión es una verdadera simpleza, una fábula de buenos salvajes y malvadas multinacionales, un panegírico del regreso a la naturaleza lleno de contradicciones, empezando por un ex-marine que se rebela contra la propia tecnología que le permite rebelarse. La historia de amor es tópica y el mensaje se queda en una moraleja tontorrona digna del mismísimo Walt Disney.

Y dicho esto -había que decirlo-, olvídenlo. Sólo siéntense con sus gafas 3D y prepárense a disfrutar de un espectáculo nunca visto en el cine. Entren en el planeta Pandora como si se tratase de un documental de National Geographic, vuelen entre las montañas flotantes, admiren la flora sorprendente y bellísima que casi se huele, mezclénse con indígenas azules y estilizados, déjense llevar a un viaje asombroso.

Asistirán ustedes a un salto cualitativo en la experiencia del espectador ante la pantalla. La calidad de los gráficos, la expresividad de los personajes digitales y su integración con las imágenes reales, la cuidadísima y detallada creación de un mundo exhuberante, todo ello hace olvidar la pobreza del guión.

Además, emociona. Cameron no da tregua. Nos hipnotiza, nos aleja del análisis racional de los contenidos y nos sumerge, aunque suene paradójico, en una espiritualidad visceral. La lucha y el orgullo de los Na'vi conmueven y convierten en épica una batalla final que de otro modo se quedaría en pura acción sin alma.

No se la pierdan.

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