domingo, 8 de noviembre de 2009

José Luis López Vázquez

Esta tarde no he ido al cine. Me he quedado en casa y he visto Mi querida señorita. Una película valiente para 1971, franco regnante todavía. Un magnífico guión, duro pero entrañable. Un retrato de una sociedad rígida y avergonzada de sí misma, igual que el personaje protagonista.

Como no tenía bastante, luego he puesto La gran familia, esa obra maestra de la propaganda. He vuelto a buscar a Chencho entre las figuritas y las zambombas de la Plaza Mayor. El padrino pedía ayuda a través de un televisor en blanco y negro.

Se llamaba José Luis López Vázquez de la Torre, que era más sonoro, pero se quedó en López Vázquez. Dos apellidos de entre los más comunes, un nombre corriente, como lo eran su aspecto y sus maneras. Tan corriente que igual podía ser el novio de la vecina, el oficinista del entresuelo, el primo del pueblo, el viajante o el mecánico. Tan corriente que podía ser cualquiera.

Y eso era López Vázquez, un señor cualquiera. Precisamente por eso podía representar a todos, hasta el punto de trascender a cada uno de ellos y encarnar una época y un país.

Le hemos visto buscando piso, robando bancos, golpeando cabinas y persiguiendo suecas sin descanso. Mi recomendación de esta semana es que se hagan con un DVD de su película favorita y se despidan de él. Cada uno tiene su López Vázquez. Yo ya me he despedido del mío.

Adiós, Padrino Búfalo. Y gracias.

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