miércoles, 7 de octubre de 2009

La biblia de neón




La biblia de neón, de John Kennedy Toole









Tengo la costumbre de leer el prólogo de los libros al final, después de conocer el contenido. Se trata de uno de esos hábitos que probablemente tuvieron origen en alguna razón concreta, pero el hábito es siempre más terco que la razón, así que ésta se olvida y aquél permanece. Es posible que lo haga porque prefiero enfrentarme con el libro sin prejuicios y comparar luego mis conclusiones con las del prologuista.

Así leí La conjura de los necios, sin prejuicios, con asombro, sin saber si estaba ante una simpleza humorística, una ironía elaborada, una sátira profunda o quizá todas esas cosas juntas. Sin ánimo de hacer comparaciones, imagino que los primeros lectores del Quijote debieron sentir una perplejidad parecida.

Llegué al final convencida de que tenía entre manos una obra maestra y pasé al prólogo, todavía abrumada por la experiencia. Supe entonces de John Kennedy Toole, de su suicidio a los treinta y un años, de las peripecias de su novela. Supe de una madre, Thelma Toole, cuya fe inquebrantable en la genialidad de su hijo hizo posible que el libro se publicase más de diez años después de su muerte. Supe de Walker Percy, que cedió a la insistencia de esa pertinaz mujer y acabó –cosas de la vida- escribiendo el prólogo que yo estaba leyendo. Supe también que era inútil buscar más obras de Toole.

Años después, he encontrado esta Biblia de neón, una novelita que escribió cuando sólo tenía dieciséis años y que su madre –cómo no- había guardado junto con las demás pertenencias de John. Me alegré, pero no demasiado. Al fin y al cabo, era la obra de un adolescente, que se publicaba aprovechando el éxito de la novela del adulto. Esta vez leí con prejuicios.

La biblia de neón consiguió sorprenderme. Es verdad que se trata de la novela de un adolescente, pero un adolescente con ese tipo de sensibilidad y de talento que brillan precisamente por su frescura, por su falta de amaneramiento. El estilo sencillo e intimista nos introduce poco a poco en un universo singular, lleno de personajes peculiares e incluso grotescos en algunos momentos, pero reales y entrañables. Impresiona el acierto en el ritmo creciente de la narración, que va de lo cotidiano a lo fatal con firmeza, sin saltos ni altibajos.

Acabé el libro y, como siempre, me fui al prólogo. Buscaba en él noticias sobre algún otro manuscrito inédito. Como me temía, Thelma Toole no conservaba nada más. Es una lástima.

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